Ser indígena, mujer y pobre son tres ingredientes de sabor amargo que caracterizan a quienes ocupan la base de la pirámide social en Latinoamérica. Esto es bien conocido, de lo que se habla poco es de los espacios donde estos elementos se articulan o mejor dicho, los espacios donde tienen mayor relevancia ser depositario de estas tres características.
Desde nuestro punto de vista, es en la ciuad donde de manera mas cruda interactúan estas nociones para producir pobreza y discriminación, sumándole a todo un cuarto elemento que es el de ser migrante. Esto tiene que ver con la fundación de nuestras ciudades, hecho característico de la colonia, puesto que se construyeron como afirmación del mundo europeo en América y por lo mismo se convirtieron en el símbolo de “la modernidad” en contraposición al supuesto “arcaico” mundo rural de los indígenas.
Las ciudades latinoamericanas nacieron como una negación dela cultura originaria y por ello mismo terminaron cumpliendo la función de fortines militares, pues dentro de su “cerco” vivían los conquistadores a salvo no sólo de los levantamientos indígenas sino también bajo los privilegios y beneficios de la estructura social creada por la colonia.
Resultado de ello, lo rural en América Latina es equivalente de indígena y lo urbano de occidental. Por ello no hay espacio mejor para sentir el peso de la discriminación, para que el o la indígena, se conviertaen ajeno, migrante, que cuando habita la ciudades.
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